El equipo de Nuñez saborea el elixir de los dioses en la cresta del campeonato.
Ese maravilloso néctar lo bebe sustentado en la maciza base compuesta por un arquero que siempre rinde en River, dos centrales confiables tanto cuando se los exige de arriba como de abajo, un Matías Almeyda que, por fútbol y despliegue, parece calumniar su real edad. Tres de los cuatro partidos disputados, su arco propio quedó en cero.
El plus lo consigue con los goles del pibe Funes Mori, pichón de Hernán Crespo. Pese a las pomposas incorporaciones, del mediocampo hacia adelante son los mismos apellidos que terminó jugando el último Clausura. La aparición de Lanzini, un juvenil de 17 años que sorprende por su verticalidad y visión de juego, aparece como alternativa de un lagunero Ortega o de un desconocido Buonanotte.
Sólido y dinámico, salvo un rato del partido con Huracán, no se vio el River del discurso de Cappa. Es un conjunto absolutamente vertical, más parecido a los que arma Simeone, que a lo que pregona desde su verba su D.T.
No hay declaración de principios más elocuente que las respuestas emanadas en caliente, casi sin pensar. Cuando lo consultaron si estaba conforme post Argentinos Juniors, el discípulo menottista esgrimió un crudo no, ”porque no ganamos”. Tras cartón, intentó redimirse con un “primero no jugamos bien”. Ya estaba dicho, don Angel, semiologicamente se estudia como los elementos del enunciado se sitúan según la intención del hablante.
Muchas veces, cuando no hay nada interesante que aclarar, lo más aconsejable es el silencio…
Primal
(Sin Achique)
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